En el capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles se narra una discusión intensa que se produjo en la Iglesia primitiva. Según Hechos 15,1, algunos judíos conversos al cristianismo enseñaban que los nuevos creyentes no solo tenían que creer en Cristo y obedecer la nueva ley, sino también tenían que circuncidarse y acatar la ley mosaica como condición para salvarse. Por ello, se convocó un concilio en Jerusalén, en el que Pedro ejerció su autoridad como el primer papa. Además, este concilio serviría como modelo y prototipo para los demás concilios de la Iglesia.
No obstante, algunos teólogos y protestantes utilizan este mismo capítulo como argumento contra la primacía de Pedro. Afirman que Santiago, el “hermano de Jesús” (Marcos 6,3; Gálatas 1,19), fue el que presidió y decidió los resultados del Concilio de Jerusalén y, por lo tanto, Pedro no era el líder principal de la Iglesia primitiva. Algunos incluso afirman que Santiago pudo haber sido el primer papa. Examinemos en más detalle qué sucedió en este concilio y si estos argumentos son válidos.
Pedro se levanta y resuelve la controversia
San Lucas, el autor del libro de los Hechos, relata que en la comunidad de Antioquía se produjo una controversia sobre la circuncisión y la observancia de la ley mosaica por parte de los gentiles conversos. Pablo y Bernabé trataron de resolverla, pero no pudieron, por lo que se les pidió acudir a la Iglesia de Jerusalén donde estaban los apóstoles y presbíteros para que abordaran la controversia (Hc 15,7). Luego de “una larga discusión” entre los apóstoles y presbíteros, Pedro se levantó y declaró:
Hermanos, ustedes saben que ya desde los primeros días me eligió Dios entre ustedes para que por mi boca oyeran los gentiles la palabra de la Buena Nueva y creyeran. Y Dios, conocedor de los corazones, dio testimonio en su favor comunicándoles el Espíritu Santo como a nosotros; y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues, ahora tientan a Dios imponiendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar? Nosotros creemos más bien que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos (Hc 15,7-11, BJL).
En primer lugar, Lucas indica que Pedro se levantó. Este gesto afirma la autoridad y primacía de Pedro entre los apóstoles. En segundo lugar, es Pedro quien habla primero y resuelve la controversia. Esto sucede antes de que Santiago se levante y pida que lo escuchen.
Si se hubiera exigido que los cristianos gentiles recibieran la circuncisión, también se les hubiera exigido, por consecuencia, observar las demás prescripciones mosaicas. Sin embargo, San Pedro declara que la ley mosaica no es un instrumento o sacramento de salvación. Es decir, la observancia de la ley de Moisés, que son 613 mandamientos, no dispensa la gracia salvífica sobre los gentiles. El nuevo medio normativo de salvación es el sacramento del Bautismo, que sustituye el medio antiguo que era la circuncisión.
Pedro recuerda cómo Cornelio y su familia también habían recibido el Espíritu Santo sin estar circuncidados. Pedro también admite que ni sus padres ni ellos habían podido cumplir las leyes del Antiguo Testamento, que incluían los ritos de sacrificio, los ritos de purificación, las leyes dietéticas y las festividades. Por lo tanto, Pedro declara que la salvación es por la gracia del Señor Jesucristo y no por el yugo de la Ley, que incluso los judíos consideraban pesado.
En tercer lugar, cuando se pronuncia, Pedro utiliza el pronombre de la primera persona en plural: “Nosotros creemos” (Hc 15,11). San Pedro declara lo que la Iglesia cree. A diferencia de Santiago, Pedro no habla en forma personal o singular, sino que habla en nombre de toda la Iglesia, ya que es el jefe visible de la Iglesia y el Vicario de Cristo en la tierra.
Otro dato de suma importancia que revela San Lucas es que, después del discurso de Pedro, “toda la asamblea calló” (Hc 15,12). Es evidente que había quienes querían imponer la circuncisión sobre los gentiles; es por eso que tuvieron una larga discusión. No obstante, el silencio posterior indica el carácter irrevocable y definitivo de la decisión de San Pedro. Nadie objeta ni su discurso ni su derecho a pronunciarse con autoridad sobre la controversia. En efecto, los únicos que hablan son Pablo y Bernabé, pero no para objetar, sino más bien para respaldar la decisión de Pedro.
El imperativo escuchen no connota autoridad
San Lucas narra que luego de que Pedro terminó de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo: “Hermanos, escúchenme” (Hc 15,13). Algunos teólogos y protestantes argumentan que la frase escuchen (akouō, en griego) significa que Santiago estaba a cargo de la asamblea y, por lo tanto, él era el líder principal de la Iglesia primitiva. Sin embargo, San Pablo también utiliza el mismo vocablo en Hechos 22,1: “Hermanos y padres, escuchen [akousate] la defensa que ahora hago ante ustedes.”
En este versículo, Pablo no estaba ejerciendo autoridad sobre el grupo de judíos al que se dirigía. Simplemente estaba pidiendo que le prestaran total atención. El siguiente versículo confirma este dato: “Al oír que les hablaba en lengua hebrea guardaron más profundo silencio” (Hc 22,2). Aquí, a la luz del contexto, vemos que el imperativo escuchen no connota autoridad absoluta, sino que es una súplica para que los asistentes presten atención al interlocutor.
Luego de que pidiera que lo escucharan, Santiago respaldó y asintió a la declaración de Pedro: “Simeón ha referido cómo Dios ya por primera vez intervino para procurarse entre los gentiles un pueblo para su Nombre. Con esto concuerdan los oráculos de los Profetas” (Hc 15,14-15). Como vemos, Santiago enfatiza primero las palabras de Pedro y luego las de los Profetas. La frase “Simeón ha referido” significa “Pedro ha hablado.” Santiago repite lo que Pedro ha declarado en forma definitiva.
Un poco más de 400 años después, los padres del Concilio de Calcedonia en 451 también utilizarían una frase similar a la de Santiago. Replicaron “Pedro ha hablado por boca de León” tras escuchar la declaración del sucesor de San Pedro, el Papa San León el Grande, que condenó la herejía monofisita. Esta herejía postulaba que en Jesús solo estaba presente la naturaleza divina, pero no la humana.
Ahora bien, los que afirman que el discurso de Santiago fue definitivo también apelan al versículo 15,19 (“Por esto juzgo”) como prueba de la primacía de Santiago. En primer lugar, Santiago utiliza el pronombre de la primera persona en singular (“juzgo”). No dice: “Nosotros juzgamos”. Si bien es cierto que Santiago gozaba de autoridad en Jerusalén, en particular porque él llegaría a ser el primer obispo de esa ciudad según la tradición, en este versículo Santiago propone una sugerencia o iniciativa pastoral. Sin embargo, lo hace por cuenta propia; no lo hace en nombre toda la Iglesia.
En segundo lugar, la frase “por esto” podría traducirse como “por dicha causa” o “en virtud de lo que Pedro ya ha declarado”. En efecto, Santiago primero se adhiere a la decisión que Pedro toma y luego propone una sugerencia práctica: “Por esto juzgo yo que no se debe” (Hc 15,19). Según Johannes P. Louw, la palabra “juzgar”, en griego (krinō), significa “tener un punto de vista o tener una opinión con respecto a algo” (Greek-English Lexicon of the New Testament, 364).
Una declaración doctrinal y una sugerencia pastoral
Aquí llegamos a la distinción más importante del capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles, a saber, el discurso de Pedro es una declaración doctrinal y el discurso de Santiago es una sugerencia pastoral. Según Scott Hahn y Curtis Mitch, en su serie Ignatius Catholic Study Bible, “[Pedro] formula un juicio doctrinal con respecto a los medios de salvación, mientras que Santiago toma la palabra posteriormente para sugerir un plan para inculturar el evangelio en las comunidades mixtas donde los creyentes judíos y gentiles tenían que convivir entre sí”.
El contenido del discurso de Pedro conlleva una revelación divina. Fue Dios quien decidió revelar que los gentiles podían ser salvados porque les había comunicado el Espíritu Santo al igual que a los apóstoles. Esto fue así ya que Dios “no hizo distinción alguna” entre los circuncidados y los incircuncisos, “pues purificó sus corazones con la fe” (Hc 15,8-9). San Pedro se vale de esa revelación, no para dar una mera opinión personal, sino para emitir una declaración doctrinal definitiva. Por eso declara: “Nosotros creemos más bien que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos” (Hc 15,11).
Por otro lado, el discurso de Santiago difiere al de Pedro. El contenido del discurso de Santiago es principalmente pastoral. Expresa la manera en que él cree que debería abordarse el problema de cómo unificar a los cristianos judíos y gentiles (Hc 15,1-5). Recordemos que muchos gentiles se estaban convirtiendo a la fe y se estaban incorporando a las comunidades de judíos conversos, pero algunos de los judíos todavía se aferraban a los preceptos de la ley mosaica (Hc 21, 15-26). Así que, tras haberse resuelto la cuestión teológica, se debía resolver el problema de cómo implementarla.
En otras palabras, si bien Pedro ya se había pronunciado en materia doctrinal, los apóstoles tenían que garantizar de que los gentiles conversos no hirieran las sensibilidades de los judíos de tal modo que ambas comunidades pudieran convivir entre sí. Como tal, Santiago sugiere que los gentiles se abstuvieran de cuatro prácticas: de lo sacrificado a los ídolos, de la impureza sexual, de los animales estrangulados y del consumo de sangre. La iniciativa pastoral de Santiago no usurpa en ninguna forma la autoridad de San Pedro como el líder principal de la Iglesia primitiva y el primer papa.